Valentina Berr es una escritora, divulgadora y activista transfeminista cuya obra se centra en cuestionar los supuestos normativos sobre el género, la identidad y la corporalidad. Con su libro La respuesta a todo lo que preguntarías a una tía trans (2023), Valentina invita a reflexionar sobre la fluidez de la identidad, la complejidad de la feminidad y los desafíos que enfrentan las personas trans en la sociedad contemporánea, combinando rigor, ternura y humor para hacer accesibles temas complejos como la disforia, la no binariedad y las violencias transfeministas. Su enfoque no se limita a la experiencia individual, sino que también aborda cuestiones colectivas, explorando cómo la cultura, la política y los entornos moldean nuestras formas de existir y relacionarnos con el género, siempre desde una perspectiva crítica y liberadora.
Valentina comparte su proceso de transición y los desafíos que ha enfrentado, desde la relación con su familia hasta la confrontación con la transfobia social y mediática, proponiendo una forma de vivir la identidad que celebra la pluralidad, la autodefinición y la resiliencia. Además, su mirada abarca tanto la intimidad personal como las cuestiones colectivas, construyendo puentes entre experiencias individuales y luchas sociales más amplias, y convirtiéndose en una voz clave para comprender la riqueza y complejidad de ser trans en el contexto contemporáneo español y más allá. Su trabajo y sus reflexiones inspiran a cuestionar la norma, abrir preguntas en lugar de imponer respuestas y reconocer la belleza de la diversidad en todas sus formas.
Monika: Hola Valentina. Acabo de terminar de leer tu libro La respuesta a todo lo que preguntarías a una tía trans (2023), y tengo que decir que me dejó completamente alucinada. ¡Felicidades por una obra tan potente! Estoy súper emocionada de poder hablar contigo hoy sobre tu libro y las ideas que exploras en él.
Valentina: A mí también me emociona esta conversación, me hace muy feliz poder formar parte de este espacio tan valioso de archivo y memoria trans que estás construyendo. Te lo agradezco.
Monika: Quiero empezar hablando de identidad. A mí me asignaron hombre al nacer, pero siempre me he sentido mujer. Después de mi terapia hormonal y cirugía de afirmación de género, mi cuerpo finalmente coincide con quien soy: soy una mujer. En tu libro dices que en 2019 te identificabas mucho con la categoría de “mujer”, pero que a medida que escribías empezaste a despegarte un poco de esa etiqueta. Describes la identidad como algo fluido, colectivo, moldeado por la cultura, la política y las generaciones. Entonces, aunque ambas compartimos una experiencia trans, ¿crees que nuestra comprensión de ella cambia según las comunidades y los entornos en los que crecemos?
Valentina: Me gusta mucho la ternura con la que has formulado esta pregunta tan interesante y compleja, te lo agradezco. La realidad es que esta tensión entre tu forma y mi forma de vivir la experiencia trans existe incluso dentro de mí misma. Hay todo un entramado social que nos recuerda cada día que todas nosotras, tanto las trans como las cis, debemos adecuar nuestros cuerpos a lo que es una “mujer de verdad”. Una mentira que, dicha tantas veces, se convierte en una verdad violenta y que está acompañada de una vigilancia feroz. Entre tanta hostilidad, es lógico que encontremos en la normatividad corporal, en parecer o sentirnos “normales”, un refugio a veces.
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Valentina: Porque una vez ya has habitado un cuerpo visiblemente trans, tu forma de entender el mundo cambia para siempre. Aprendes a leer las miradas, la sospecha como preámbulo de algo mucho peor, la violencia, el subtexto de todo lo que te rodea. Es agotador. Es curioso que en un mundo tan patriarcal, los días que me siento más segura en el espacio público son los días en los que mi apariencia encaja más en la de una mujer cis. Esto dice mucho de lo duro que puede llegar a ser oponerse a encajar en el binarismo de género. Pero también hay una parte eufórica en esa decisión, que creo que va incluso más allá de lo identitario.
Monika: ¿Qué papel juegan las relaciones y amistades con otras personas no normativas en tu bienestar y sentido de libertad?
Valentina: Yo no “me siento” no binaria, yo elijo vivir en la no binariedad porque es mi forma de decirle a quienes me rodean que, detrás de toda esta violencia, nos están escondiendo una parte muy libre y bella de la existencia. Identitariamente yo ya no sé cuál es mi género: sé que no soy un hombre, no sé si soy una mujer, y esa indefinición es lo que me hace sentir, algunos días más que otros, que no le debo coherencia de género a nadie. Pero para vivir así, al menos en mi caso, es imprescindible estar rodeada de otras personas que existan de esta misma forma. A mí, por ejemplo, rodearme de lesbianas no normativas me ha salvado la vida.
Monika: ¿Te preocupa que hablar de la identidad como algo flexible pueda hacernos parecer Pokémon, evolucionando constantemente y subiendo de nivel de formas inesperadas?
Valentina: ¡Es que la identidad, y no solo hablo de género, es flexible! Imagínate que todas tuviéramos la misma identidad que cuando íbamos al instituto. Preguntémonos si las personas de nuestro instituto son identitariamente iguales que entonces. La chica gótica de mi instituto ahora estudia un máster en marketing digital y escucha Bad Bunny, y eso es muy humano. La identidad va justamente de eso, de la forma que tenemos de entendernos a nosotras mismas y de hacernos entender con nuestro entorno, de encajar y de proyectarnos ante el mundo. Es un lenguaje que nos conecta hacia dentro y hacia fuera.
Monika: ¿Crees que la historia y la cultura influyen en cómo vivimos nuestro género día a día?
Valentina: Cuando hablamos de género, yo pienso que el problema es el peso histórico que este tiene en la sociedad, en especial, aunque no solo, en sociedades capitalistas, colonizadas y con un gran peso de las grandes instituciones religiosas. Pero la realidad es que todas vivimos el género y sus roles en la incoherencia, y normalmente quien es coherente es porque aprende a serlo, no porque le salga natural.
Monika: ¿Qué pasa cuando personas cis participan en conversaciones sobre disforia de género y transfeminismo?
Valentina: Es increíble la cantidad de gente que, sin ser trans, acude a mis charlas sobre el libro pensando que va a escuchar un relato sobre lo trans como si fuera una cuestión que le es totalmente ajena, y termina cuestionándose su propia forma de vivir el género. Es divertidísimo, a la vez que duro, hablar de disforia de género con gente cis porque rápidamente se dan cuenta de que todo el mundo siente algún malestar importante respecto a su cuerpo en relación con su género. Si fuésemos capaces de construir una sociedad transfeminista en la que todo pudiera ser más flexible, tal y como me decías en la pregunta, seríamos más felices, nos sentiríamos mejor con nosotras mismas y, por lo tanto, nos gastaríamos mucho menos dinero en operaciones, cremas y tratamientos para corregir nuestro cuerpo ajustándolo a “lo que tiene que ser”. Lo cual no significa que no modificáramos nuestros cuerpos, cosa con la que estoy completamente a favor. El transfeminismo viene a desmontar la imposición, a convencernos de que no hay una “forma correcta de ser”.
Monika: Entonces, ¿cómo defines la feminidad? ¿Dónde empieza y hay un punto en el que termina, o siquiera tiene un final?
Valentina: La feminidad es un lenguaje denostado. Entendiendo que es un conjunto de códigos que hemos construido para entendernos en colectividad, las relaciones de poder patriarcales que sirven al sistema de producción capitalista han relegado la feminidad a una posición inferior. Al mismo tiempo, el binarismo de género ha dibujado una frontera entre aquellos sujetos que tienen vetado el acceso a la feminidad y aquellos que están obligados a performarla, permitiendo un tránsito muy limitado de uno a otro, siempre que sea bajo unas reglas estrictas que nos fiscalizan.
Monika: ¿Crees que tu experiencia personal como lesbiana no binaria afecta la manera en que vives y percibes la feminidad?
Valentina: No sé si por sí misma la feminidad tiene algo que me atraiga o no, es todo contextual para mí. Como lesbiana no binaria, mi contexto en relación con la feminidad es particular, incluso conflictivo. Recuerdo que hace poco, en la televisión pública catalana, me maquillaron tanto que, cuando me vi, sentí incluso una especie de disforia de género, como si parecerme tanto a lo que se espera de una mujer cis también me diera rechazo. Por eso te digo que es todo contextual. Recomiendo leer a Noemí López Trujillo, el trabajo de Juana Dolores y los ballroom encounters de Jayce Bodega, que trabajan la feminidad desde perspectivas mucho más interesantes que lo que pueda decir yo.
Monika: Me encanta tu idea de las “bombillas trans”, esos pequeños momentos que nos hacen darnos cuenta de que el género no siempre encaja en casillas perfectas. Mencionaste ejemplos como el anime Ranma ½, donde el protagonista cambia de género al tocar agua, y que claramente resonó con muchas personas trans. ¿Dirías que estas “bombillas” no definen la identidad por sí mismas, sino que más bien revelan las grietas en las suposiciones normativas sobre el género?
Valentina: Es exactamente como lo has definido, sí. No tengo nada que añadir. Solo matizaré que la idea de las bombillas trans no es algo que haya inventado yo; lo he rescatado de la cultura trans de internet, ahí fue donde yo aprendí ese concepto y me parece precioso poderlo compartir con tanta gente que no lo conocía.
Monika: Basándote en Mario Mieli, mencionas que todos los niños son inherentemente fluidos hasta que la sociedad los moldea en roles cis y binarios. Esto sugiere que la transgresión de género no es algo moderno; es antigua y universal, aunque el capitalismo y el patriarcado han reforzado los binarios para el control social. ¿Cómo podemos liberar a lxs niñxs de estas limitaciones, y para los adultos, alguna vez es demasiado tarde para liberarse también?
Valentina: Cuando yo era pequeña, recuerdo muchos momentos en los que había cosas que no me encajaban y que no entendía. Yo trataba de insinuarlo sutilmente, intentar hacerme escuchar pero con voz muy bajita, y lo que encontraba siempre eran respuestas. Pienso que lo que puede ayudar a liberar a las criaturas de todas esas imposiciones es justamente proporcionarles lo contrario: preguntas. Porque los roles de género no tienen ningún sentido como tal, se consolidan a base de memorización, repetición y asimilación, y como adultes tenemos muy atrofiada la capacidad de hacernos preguntas sobre lo que nos pasa y sobre lo que nos rodea.
Monika: ¿Cómo crees que los adultos podemos reaprender a cuestionar y liberarnos de las normas de género que hemos interiorizado?
Valentina: Sin embargo, las criaturas, en su afán por entender todo lo que ocurre a su alrededor, pueden ir mucho más allá que nosotres si les adultes les formulamos las preguntas adecuadas y no intentamos imponerles nuestras respuestas sobre las que formulan ellas. Se me ocurre un escenario muy realista: una niña de 5 años preguntándole a su padre “Papá, ¿por qué mi hermano no tiene agujeros para los pendientes en las orejas y yo sí?”. La respuesta clásica que se le daría sería “porque tú eres una niña”, pero ¿acaso eso resuelve su duda real? En cambio, qué potente podría ser contestar “es una buena pregunta, lo hicimos pensando que tú querrías: ¿preferirías que no te los hubiésemos hecho?” o “¿Crees que él también los quiere?”, o incluso más allá, “¿por qué piensas que hay tantas niñas que los llevan? ¿A ellas les gusta?”. Esta conversación, además, también puede ayudar a debilitar todas las capas de género que tenemos encima y que no somos capaces de percibir como personas adultas.
Monika: ¿Alguna vez sientes que tienes que ser un modelo a seguir para otras mujeres trans, o más bien resistes esa expectativa?
Valentina: Yo soy Capricornio, ¡así que siempre pienso que pienso que debería ser un modelo a seguir para todo el mundo y en todo, jajaja! Es broma. Yo creo que mi discurso justamente se orienta a que ningún camino es más o menos válido que otro a la hora de transitar, incluso de entender nuestra propia identidad en relación a lo trans. A mí, que una mujer trans me diga que ella siempre fue mujer, como me dijiste tú, me parece completamente legítimo y válido, aunque yo defienda lo contrario sobre todo a nivel estructural, es decir, que el género de todo el mundo es parte de un lenguaje aprendido e impuesto y que nadie nace “hombre” o “mujer”. Así que no, no siento esa presión. Si alguien, que ya me ha pasado, me idealiza construyendo una idea sobre mí de ejemplaridad, eso existirá solo en su mente y, tarde o temprano, le decepcionaré. Pero yo me acepto poliédrica, errática y humana.
Monika: Elegir un nombre es un acto muy personal, lleno de significado y capas de sentido. ¿Cómo llegaste al nombre Valentina? ¿Tiene alguna resonancia especial para ti, tal vez reflejando tu camino o representando un sentimiento o aspiración?
Valentina: Es una historia muy bonita esta. No recuerdo por qué me gustaba tanto el nombre, pero desde muy pequeña, quizá desde los… ¿10 años?, tuve una pulsión muy grande por maternar, y me imaginaba a mí misma teniendo una hija y llamándola Valentina. Incluso soñaba que salía de la cocina con un plato de comida y gritaba “Valentinaaaa, a sopaaaar” (que significa “cenar” en catalán). Así que, cuando empecé a transitar y a cuestionarme si quería cambiarme el nombre, a la vez también pensé “para mí fue un problema, como persona trans, que mi nombre de nacimiento tuviera carga de género, porque luego me lo tuve que cambiar, así que quizá lo de ponerle Valentina a tu criatura no es una buena idea porque ya la condicionas”. Y ahí hice clic y dije “¡pues para mí!”. ¡Fue un poco como convertirme en mi propia hija!
Monika: Cuando saliste del clóset, ¿tu madre te aceptó como su hija? ¿Y sientes alguna conexión con ella en tu forma de mirar, de moverte, o incluso en tu estilo y tus gestos?
Valentina: Con mi familia en general fue un proceso largo, con sus obstáculos, y no solo por una cuestión de transfobia interiorizada, suya y mía, sino también porque cada familia tiene su lenguaje y hay conversaciones que se vuelven muy complejas según las dinámicas que haya. Y esto era complejo para todes. Con mi madre es curioso, porque yo siempre he percibido en ella mucha masculinidad; no ha sido la clásica madre femenina que asumía sumisa los roles que le asignaron como mujer. Así que, en todo caso, lo que aprendí de ella fue justamente lo contrario: es decir, que la masculinidad no pertenece en exclusiva a los hombres. Para mí, como lesbiana y trans, ese aprendizaje es muy valioso, porque siento que si no tuviera referentes de mujeres y lesbianas masculinas, seguramente yo me sentiría muy fuera de lugar. Además, soy horrible con algunas cosas típicamente asignadas a la feminidad, como el maquillaje, los peinados, lucir taconazos… ¡Bendita masculinidad femenina!
Monika: ¿Recuerdas la primera vez que conociste a una mujer trans en persona? ¿Cómo fue esa experiencia y qué sentiste?
Valentina: ¡Me estás haciendo pensar mucho! Tengo muy nítido el recuerdo de mis primeros inputs de mujeres trans en redes, que además eran mujeres trans no muy famosas que hacían contenidos divulgativos sobre transfeminismo; recuerdo algunos de sus nombres incluso, como Duna Haller o el canal de YouTube de Difracción Transfemmenista. Sin embargo, en persona no recuerdo el momento en el que conocí a la primera mujer trans. Quizá fue en alguna quedada de un grupito de amistades trans de Barcelona, que yo conocía de Facebook y que me invitó a su casa, pero estoy convencida de que antes de eso alguna mujer trans se cruzó en mi vida y, o no me di cuenta, o no le di importancia, o simplemente lo olvidé.
FIN DE LA PARTE 1
Todas las fotos: cortesía de Valentina Berr.
Foto principal de Gabo Caruso.
© 2025 - Monika Kowalska
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